“¿Hasta cuándo, por Dios? ¿Es que nadie va a hacer nada?» Con estas palabras una señora que no hace nada expresó su descontento y su inconformidad con el estado actual de las cosas en Venezuela.

“De verdad te lo digo: hay que hacer algo. Y hay que hacerlo ya. Si no fuera porque yo me la paso haciendo mil diligencias, con el rollo de mi tía, metida todo el día en la cocina, ya lo hubiera hecho. Además, me hice las uñas hoy” dijo la señora Livia, con la rabia a flor de piel, mientras abría un paquetico de cocosette con los dientes.

“Eso del bravo pueblo como que es puro cuento, mijito. ¡Deja quieto, carajo, que alguien se decida a hacer algo vale, ¡Con esta oposición no se puede!» afirmó, sentada en la barra de la cocina mientras veía la novela y le decía a la señora de servicio: “Mireya, mija, sírveme un juguito ahí, que este calor y la humedad están fortísimas… ¿Cómo, que no hay? ¿Podrías hacerme entonces un Nestea? ¡O sino sírveme mejor una cocacolita, con bastante hielo!”.

“Bueno, decir que no hago nada es mentira. Fíjate, acabo de enviar un mensajito a Aló Ciudadano. Todos los días lo hago. Déjame revisar aquí el teléfono, para mostrártelo… pásame los lentes, porfa, Mireya. Allí, al lado de la licuadora. Ajá… mira, lee ahí. No, lee tu, que me da flojera”. Nuestro pasante pudo leer, de mala gana, el contenido completo del mensaje: “La verdad no entiendo a esta juventud, ciudadano: para andar por ahí zangoloteando todo el día si hay mil energías, pero no se atreven a hacer lo que tienen que hacer, salir y tomar la calle, allí se achantan”.

“¿Viste? ¿Qué te pareció? ¿Fuerte, verdad? Es que alguien tiene que hacer algo, después no vayamos a llorar como niños lo que no supimos defender como hombres” dijo la señora Livia, mientras nos despedíamos: “Mireya, por fa, ábrele ahí la puerta al muchacho y márcale el ascensor… sí, anda tú, que sabes que no me gusta salir al pasillo en cholas… Ajá mijo, ya sabe, haga algo”.