País socialista evita ahogarse abrazando capitalismo salvaje
Esta semana se supo la noticia de un país socialista, cuyo nombre se mantendrá en el anonimato para proteger su identidad, logró salvarse de un ahogamiento inminente abrazando desesperadamente lo primero que se le atravesó en medio del vasto océano: el capitalismo salvaje.
«Más endeudado que nunca, pero viviendo un día más para contarlo. Gracias a George Washington»
–País Socialista
El país socialista nos dio, en exclusiva, el relato de su increíble aventura. «Si te soy sincero, no sé como llegué a estar así, con el agua al cuello. Recuerdo que navegaba con el viento a favor, y todo a bordo era una fiesta. Dinero, mujeres, comida, bebida. Lo que quisieras. Y de repente no sé que pasó, abro los ojos y adonde quiera que veo, el azul del mar. Sin saber adonde ir. Sin poder dejar de nadar. Sin otra cosa que ver que ese horizonte infinito. Sin agua, ni comida. Y con aquella pepa de sol. Estaba mal. No me quedaba otra cosa que rezar. No, a Dios no, yo soy socialista serio. Le rezaba al Che, a Karl Marx, a Fidel, a Mao. Les pedía que no me dejaran morir así, solo, olvidado, sin países amigos» afirmó el país socialista, mientras sollozaba amargamente.
«Ya llevaba varios meses a la deriva, hambriento, desolado, delirando con guerras económicas. Ya ni les rezaba a los chivúos de mierda eso, ya había perdido la fe; cuando de repente pasó el milagro: viene algo flotando hacia mi. ¡Estaba salvado: era el capitalismo salvaje! Me encaramé como pude —no olvides lo débil que estaba— y chamo, aquí estoy. ¡Aquí estoy, alabada sea la santísima mano invisible del mercado! Maltrecho, flaco, sucio; pero vivo. ¡Gracias, Keynes! ¡Gracias, Wall Street! ¡Gracias, Adam Smith! Gracias a ustedes pude volver a comer. Pude volver a tomar algo. Pude volver a limpiarme el que te conté, si sabes de lo que te hablo. Carísimo, a un costo arrechísimo, pero aquí voy. Más endeudado que nunca, pero viviendo un día más para contarlo. Gracias a George Washington» afirmó el país socialista, limpiándose las lágrimas de emoción con Kleenex comprados a precio de mercado negro.