El Festival que no fue, la Venezuela que tampoco

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El Festival que no fue, la Venezuela que tampoco

En El Chigüire Bipolar estamos acostumbrados a inventar personajes y entrevistas ficticias para hacer sátira, pero hoy hablaremos con una persona real. Lo llamaremos Rafa, aunque ese no sea su nombre. En la Venezuela de 2024, sabemos que emplear tu nombre real puede ser un acto temerario. 

Rafa es un bailarín profesional que ha encontrado en la danza un refugio. Como muchos jóvenes artistas, Rafa esperaba con ansias el Festival Cusica 2024, un oasis musical y cultural independiente. Pero este año, ese oasis desapareció, cancelado por razones políticas que el régimen ni siquiera se molestó en disimular. La historia de Rafa y la del festival cancelado revelan un micromundo de la Venezuela de hoy: 

—No me coloques el nombre porque a mí me sigue mucha gente — dice mientras decidimos cómo proteger su identidad. 

—¿Por qué lo digo?, porque acá hay muchas leyes en donde cualquier cosita, palabrita que diga la han venido sacando como que ya sabe. Así entonces quiero evitar tener una X en la puerta de mi casa—. “Rafa” se ríe. 

Esa risa nerviosa, tan nuestra, es un mecanismo de defensa frente a la barbarie. Las X a las que se refiere Rafa son marcas de intimidación: símbolos negros pintados en las puertas de los opositores al régimen de Maduro por grupos paramilitares afines al gobierno en sectores populares.

Rafa había sido contratado para ser bailarín de uno de los grupos que se presentaba en el Cusica Fest y llevaba más de un mes ensayando cuando llegó la noticia de la cancelación, esto llegó pocas horas antes del inicio del festival: 

— Estábamos en los ensayos con la banda. Y fue algo así como un balde de agua fría. Fue así como que coño e’ la madre que balurdeo porque prácticamente como que nos quieren tener encerrados. 

La noticia se hizo pública el pasado 3 de diciembre. El Cúsica Fest y la gira nacional de Rawayana, dos eventos que muchos esperaban con ansias, habían sido cancelados. Todos juraban saber el por qué. “Eso fue por el arrecherón que agarró el presidente ‘inelecto’ con lo de Veneka”, dijeron algunos. “Qué va, eso fue por el apoyo de Rawayana a María Corina”, comentaron otros. Los más desconfiados dicen que eso se cayó porque los organizadores no mojaron-las-manos-que-debían-ser-mojadas. Sea cual sea la razón, el hecho es que ambos eventos generaban cientos de empleos. Un montón de inocentes, en los que seguro nadie en el Gobierno pensó. Los que venden tickets. Los organizadores. Los que alquilan los equipos. Los que hacen el merchandising de promoción. Los que ponen el catering. Los productores. Los ingenieros de sonido. Los asistentes de tarima. Los de seguridad. Los choferes. Los mismos músicos. Los bailarines, como Rafa. Los técnicos de iluminación. Y pare usted de contar. Gente que seguramente contaba con ese dinero para darle a sus familias unas navidades un poco más dignas. Al fin y al cabo, era dinero que iban a ganar con un trabajo honrado. Iban.

—El festival Cusica es, no sé si lo van a seguir haciendo o ya lo cancelaron como quien dice para siempre. Este es o era, uno de los festivales que de verdad aporta un grano de arena a tanto los artistas venezolanos que estaban afuera como los que estaban dentro. 

Así es invertir en Venezuela en los últimos años. Sin un marco legal claro, sujeto a los caprichos, las puntadas de culo y las imposiciones de unos pocos, es difícil que se pueda arreglar de verdad nada. Todas las decisiones tomadas por alguien que utiliza el poder para su propio beneficio, para lucrarse, o simplemente para intimidar y mantenerse, terminan destruyendo fuentes de empleo. Tirando por el caño inversiones y proyecciones de vida. Como la de Rafa: 

—¿La cancelación del festival cambió tu perspectiva sobre si te vas o no del país? 

—Sí, claro. Los que estamos aquí lo que tenemos es que trabajar para proyectarnos hacia afuera, hacia otros horizontes, y eso es lo que estamos haciendo. ¿Por qué? Porque aquí estamos estancados.

En un país normal, un presidente no borra de un plumazo un evento cultural independiente. En un país normal, El Cusica Fest ocurre sin contratiempos, Rafa sube al escenario, el público lo aplaude, alguien lo graba y lo comparte en redes sociales. Quizás un productor note su talento y lo invite a presentarse en otro lugar. Rafa cobra por su trabajo, invierte o gasta ese dinero como mejor le parezca, y así sigue adelante, construyendo su carrera y su vida con las oportunidades que el arte y la libertad le ofrecen.

En un país normal, si la oposición gana las elecciones con una mayoría arrolladora, el gobierno entrega el poder sin más. Pero Venezuela, ya lo sabemos, no es un país normal. Aquí, los festivales independientes se convierten en amenazas políticas, las expresiones artísticas son vistas con sospecha, y las elecciones, cuando las hay, no son garantía de cambio.

Sin embargo, aunque el panorama parece inamovible, Rafa guarda un hilito de esperanza. Porque, incluso en un país donde el futuro parece confiscado, todavía sabemos de lo que somos capaces.

—Y si pasa la fantasía. Si Maduro no se juramenta el 10 de Enero. ¿Te quedarías en Venezuela? 

—Claro, obviamente, sería otra cara y todos tendríamos las puertas y los brazos abiertos de los que verdaderamente le dan vida a este país. 

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