Escasez de efectivo obliga a ciudadanos a pagar con culo
Germán Cárdenas, un señor caraqueño de 31 años, cometió ayer uno de los peores errores que se pueden hacer en una Venezuela con problemas de efectivo: agarrar un taxi sin preguntar el precio. Esto lo llevó a tener que pagar la carrera con «especias». ¿Cómo que cuáles «especias»? «Especias», pues. Ah, pues, ¿van a seguir? Coño, culo, panas; Germán pagó con culo. ¿O creían que un taxista iba a aceptarle orégano, o mejorana?
Intentamos conversar con Germán, pero fue imposible; familiares nos dijeron que desde que llegó ayer se encerró a llorar en el baño, sentado en la ducha —echándose agua con un pote de arroz chino—. Quien sí accedió a declarar fue Miguel Salas, el taxista que lo atendió. “El tipo se montó y como a mitad de camino me dice que no tiene efectivo; yo y que ‘¡¿cómo es la vaina?!’. Me arreché, pero como uno te es una persona de bien, que no quiere andar jodiendo a nadie, le ofrecí otras maneras de pago… como el culo. Le dije que de El Marqués a Chacao son 10 minutos de culo. Si paso ya al municipio Libertador la tarifa aumenta a 20 minutos de culo. Y que si agarro cola los precios se mantienen igual, pero le meto nalgadas. Al final todo lo hice por ayudar, pues. Sabes que uno tiene que dar el mejor servicio posible al cliente” afirmó Salas, quien también reveló que la carrera que le hizo a Germán fue hasta el aeropuerto, lo que nos permite atar mejor los cabos de esta historia.
A pesar de lo sorprendente que pueda parecer esta historia, la escasez de efectivo ha hecho del pago con culo una práctica común; incluso hay quienes la ven con buenos ojos, como es el caso del joven Francisco Albarrán, usuario frecuente de taxis: “Mira, pueden decir lo que quieran, pero yo tengo ya 8 meses que no gasto ni un bolívar y hago todas mis diligencias en taxi o mototaxi. ¿Qué me cuesta sentarme? Sí, pero yo veo todo esto como una oportunidad de ahorrar: con todo lo que me he ahorrado en este tiempo, si Dios quiere, la semana que viene me compro un café con leche grande” nos contó Albarrán, mientras pagaba —con culo— una crema para aliviar el dolor de las hemorroides.