Señor cumple 9 años con llamada en espera en Aló Presidente
La historia se hace día a día. Hoy fuimos testigos del nacimiento de una nueva efeméride: el señor Gabriel Pineda, seguidor del oficialismo, cumplió 9 años al teléfono, esperando que lo atiendan en Aló Presidente. De inmediato enviamos al pasante subpagado a la casa de la familia Pineda, donde pudimos entrevistar al Gabriel y sus familiares en relación a este importante hecho. «Allá al fondo, mijo, en el corredor, al lado de la mesita del teléfono. De allí no se ha movido en 9 años, salvo para ir al baño. Vaya, vaya, pase, mijo, con confianza. Ya que va para allá, le pido la caridad: ¿podría llevarle el almuerzo?» nos dijo la señora Esperanza, madre de Gabriel, mientras nos daba una bandejita con un plato de sopa, unos lápices y unas hojas en blanco. «Las hojitas y el lápiz se los da, mijito, para que dibuje cubitos y haga redonditos. Eso es lo único que hace mientras espera. Pobre, me parte el corazón verlo así. ¡Qué aguante!»
«Pues aquí me ve, compañero. Aquí, esperando para hablar con el comandante. Vamos a hablar rapidito, porque en cualquier momento me atienden» dijo al recibirnos el señor Gabriel, obrero desempleado que llamó a este programa para pedir una ayuda y dar un mensaje de respaldo al Presidente. «Ajá, dame un chancecito que aquí como que si me responden… ah, no. Es otra vez el mensaje ‘Su llamada es muy importante para nosotros. Por favor siga en la línea. Nuestros operadores están ocupados. Y recuerde: la revolución la hacemos entre todos’. Ya me los sé toditos de memoria. Cada seis meses lo cambian»
La vida para la familia Pineda cambió desde el año 2002, en el preciso momento en que Gabriel decidió llamar para dar una palabra de aliento al gobierno y pedir una colaboración, un trabajo o lo que pudieran darle. «Gabriel no sólo perdió el trabajo: desde que se sentó a esperar a que lo atendieran, la mujer lo dejó, los hijos se le fueron de la casa, y allí está, sentadito. Yo una vez a la semana voy y le echo un bañito con una esponja, y lo afeito, porque si no la casa se me pone hedionda a mono. Y todos los días le llevo su comidita» nos confesó la señora Esperanza. «Allí está Gabriel, sentado, esperando que el Gobierno se acuerde de él. Señor Presidente, atiéndalo, párele, por favor. Escuche a una madre desesperada: no permita que mi hijo se le muerda ahí, de mengua».